La cara de Avispa pasó de la sorpresa al terror. Comenzó a sudar frío, él sabía que los reclusos de la torre harían cualquier cosa a cambio de algo urgente que solo el director les puede dar. Por su cabeza pasó la pregunta ¿Quién sería? ¿Cuál sería el favor que necesitaba alguno de los reclusos, que solo el director se los podía resolver? ¿Sería alguno que sabía que él tenía las pastillas? ¿O uno que pensaba que podría averiguarlo rápido? Por un traslado urgente, un favor para la familia o un trámite o documento para obtener una libertad, sin duda lo matarían.
Avispa sabía que el Director era un hombre de acción, con muchos cojones, lo había demostrado desde el primer día con las armas, no temía empuñarlas. Habían corrido historias del Director, había estado en el ejército y había usado las armas. Decían que en el desastre de Vargas había participado en una operación donde habían dado de baja a varios tipos que habían violado a una muchacha. Definitivamente, el Director era un tipo de cuidado, aunque parecía un tipo tranquilo. La conclusión posible era una sola, sus horas estaban contadas. Ni siquiera días, horas. Tenía que hacer algo.
Marcos vio su cara, como pasaba de la sorpresa a la incertidumbre. De ahí al miedo, para llegar al pánico, con las gotas de sudor marcando su frente como pequeñas perlas. Avispa había captado el mensaje.
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