- ¡Gracias Dios mío!, ¡Gracias Dios mío!
Alguien gritaba a voz en cuello en la calle. Acababan de dar los resultados de la elección presidencial de ese domingo 6 de diciembre de 1998, el golpista y asesino comandante Humberto Chaparro Freitas había sido elegido presidente de la República de Venezuela. Marcos se asomó al balcón a ver el lamentable espectáculo. Pudo ver a un gordo desaliñado que ondeaba una bandera en lo que parecía un palo de escoba.
- El pueblo ignorante, que nos lleva al despeñadero, aunque tarde o temprano, el desastre político iba a ocurrir, nuestros políticos han dejado mucho, demasiado que desear, desde hace tiempo - pensó Marcos - ¿Cómo pueden suponer, que alguien que admira y quiere parecerse al dictador cubano Florencio Castel, puede ser una bendición para Venezuela? Bien dijo Bolívar, "un pueblo ignorante es instrumento ciego de su propia destrucción".
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