Habían avanzado poco más de una cuadra, cuando resonaron los disparos. Sin ninguna delicadeza, Marcos, pegó a Aída contra la santamaría de un comercio, el pequeño saliente que hacía la pared, le daría una protección adicional. Miró hacia todos lados y aguzó el oído. Unos metros más adelante, estaba la entrada de un edificio que les daría mejor protección.
- Vamos a avanzar unos quince metros, a la entrada del edificio. Rápido, sígueme. - dijo Marcos
Violentamente agarró a Aída por un brazo y la arrastró, tapándola con su cuerpo hasta la entrada que había visto. Aída estaba asustada, no estaba acostumbrada a estas cosas. También le impresionaba la actitud de Marcos, era brusco, violento, no decía nada más que lo absolutamente indispensable. Era un Marcos que no había conocido. Se dio cuenta que era el mismo Marcos que realizó el rescate en La Guaira, o el mismo que comandó la cárcel. En ese momento sintió confianza, sabía que podía contar con su protección, pero el miedo no era menos.
En eso pego un grito - Mira, le dieron - dijo Aída casi llorando. Los chaparristas le estaban disparando a la multitud, una persona cayó en la calle, a pocos metros de ella, impactada por una bala. En eso, una mujer de pequeña estatura, corrió hacia el herido, la reconoció, era la Sargento Graciela Arjona. De inmediato saltó hacia el herido, sin oír el segundo grito de Aída - ¿Dónde vas? - Agarró por los brazos al herido y lo arrastró hacia la entrada del edificio diciendo - Sígueme mi sarge.
La Sargento Arjona reconoció esas palabras y esa voz de inmediato, sin necesidad de verle la cara. Solo transcurrieron unos segundos hasta que Marcos estuvo de regreso con Aída, junto con el herido. Ella le dijo - ¡Estás loco!
La Sargento Arjona le dijo - Marcos, que bueno verte aquí, nuevamente hacemos equipo - Marcos también se alegró de ver a Graciela. Era su sargento favorita, se hicieron buenos amigos y pese a que ella era su superior, él solo le decía “mi sarge”.
- Éste no será el único mi sarge, va a haber unos cuantos más - dijo Marcos mientras le arrancaba una tira de tela de la camisa al herido para taponar la herida. Apenas terminó, la Sargento Arjona le gritó a unas personas que estaban cerca - Ustedes dos, saquen rápido a este herido de acá, llévenlo a una de las transversales, ahí estarán seguros y busquen la forma de llevarlo a un hospital.
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