Régulo vio a Marcos, lo conocía lo suficiente como para saber que esto presagiaba problemas. Su cara no mostraba toda la furia que sentía, pero sin duda, ahí estaba, bajo la máscara. Marcos tenía lo que él llamaba la "cara de guerra". Le dijo una vez que esa era una expresión era de uno de sus generales favoritos. Uno que se llamaba Patton, si mal no recordaba. Marcos y sus generales. Marcos y sus guerras ¿Cómo le podía apasionar tanto un tema así? Entonces Marcos dijo:
- La escuadra de escopeteros, que se forme en dos líneas frente a la puerta. La escuadra "Relámpago Azul", forme en dos columnas, a ambos lados de los escopeteros. Los zapadores, tumben la puerta. Apenas caiga, Régulo, arrojas adentro las lacrimógenas y cierran la puerta nuevamente. Treinta segundos después, vuelvan a abrirla y los zapadores se retiran rápidamente. Los escopeteros de la primera fila, hagan y barrido y disparen alto en la nube de gases, hacia el techo. Los de la segunda fila, permanezcan como apoyo, por si acaso hay una contingencia. Luego de los dos primeros disparos, los escopeteros de la primera fila retrocedan y las dos columnas de relámpagos, avancen hacia la entrada y esperen. Cuando salgan los amotinados, tienen canilla libre, procedan a reducirlos. Luego haremos la limpieza del área. Los escopeteros, siempre cubran a los relámpagos.
Los custodios se miraron. La orden era la correcta, pero nunca habían oído la descripción de esa manera. Entonces se formaron como ordenó Marcos y, cuando la formación estaba lista para entrar en acción, éste dijo:
- Procedan los zapadores.
Dos custodios comenzaron a golpear las bisagras con los mazos. No eran zapadores propiamente dicho, los ingenieros de combate solo existían en el ejército, pero estaban cumpliendo una misión que sí correspondía al concepto, demolición. Dentro de la cocina, los reclusos comenzaron a preocuparse.
- Mano e’mono, este loco como que viene en serio.
- Pero no puede Chiripa, el Ministro nos dijo…
- El Ministro pudo decir lo que sea, pero a ese tipo no le importa.
Mientras tanto seguían resonando los golpes en la puerta. Dentro de la cocina el eco retumbaba con la fuerza de cañonazos. Era evidente que los custodios entrarían.
- Creo que cometimos un error. Ese tipo no es como el idiota que estaba de Director, que lo manipulábamos sin problema, porque lo único que le importaba era de dinero..
- Si, cometimos un error y nos va a costar caro.
Resonaron un par de golpes más y pudieron ver que ya la puerta estaba cediendo, en unos momentos caería.
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